Esta sería la crónica de un desastre, si no fuera porque la nieve nos devuelve a la infancia y lo que iba a ser un desafío, Vallibona-Morella-Vallibona, se convirtió en un día festivo de juegos y paseo.
Llegando nuestro autobús a la ermita de la Vallivana, nos para la Guardia Civil de Tráfico. Imposible pasar salvo turismos con cadenas. El temporal supera todas las previsiones, y es imposible llegar a Vallibona. Bajamos hasta San Mateo, y un par de horas después nos permiten subir, pero Vallibona sigue inaccesible.
Comemos en Morella, y disfrutamos como niños de sus calles nevadas, y de la noche morellana, casi tan interesante como su olla.
Al día siguiente hacemos un recorrido por los restos de su impresionante acueducto, que con la nieve y la niebla nos presenta una imagen casi mágica.
Repetiremos el intento.